LA ANOMALÍA: LA VOZ DE DIOS (Faaip de Oiad)

Author: José Miguel Lecumberri /

PRIMERA PARTE

“Micaoli beranusaji perejela napeta ialapore,
das barinu efafaje Pe vaunupeho olani od obezoda,
soba-ca upaahe cahisa tatanu od tarananu balie,
alare busada so-bolounu od cahisa hoel-qu ca-no-quodi cial...”

“Un poderoso guardián de fuego con espadas flamígeras de doble filo
(que contienen los recipientes del engaño,
y cuyas alas son de ajenjo y sal),
han ubicado su fetiche en Occidente,
y están acompasados con sus ministros.”

La Novena Clave Enoquiana


Prospección. ¡La flama ha sido robada!
Una tertulia en el infierno, brota la sangre en forma de palabra, el Verbo se adormece en la carne, se domestica en sus gozos, se acostumbra a su calor.

Alguien marca al show nocturno y murmura desesperado: “I, I dont have a whole lot of time. um, ok, Im a former employee of area 51…”, su voz tiene algo de terrorífica, como un despertar humedecido por la orina y con el pecho bañado en gélido y viscoso sudor [a esto llama Mujica la “flor sin pétalos”] el horror vacui, deslizándose como un crótalo vértebras arriba hasta Atlas, Señor del Cansancio.

Cuando aquello que tras los Umbrales aguarda, sólo espera, sin mayor información y no te revela ni un ápice del tan esperado mensaje, sólo queda buscar, con la enfermiza paciencia del chacal, buscar el hedor que de la herida se desprende como una ausencia en la memoria, como un resentimiento sin pasado, y todo, para encontrar ese equilibrio: ¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende tu brillante tea de amor!... como exigió Blake a las sombras que acecharon sus sueños. Yo puedo intuir que en algún punto las piezas encajan pero falta la Clave, aquello que para los esotéricos y fantoches es la llave, el paso (no) más allá diría Blanchot, la historicidad de la frustración que según Foucault invita a una constante renovación del Ser, a pesar del absurdo que esto implica.

Ahora bien, tanto Hegel como Marx tenían razón, pero estaban completamente equivocados, pues la revolución no ocurre o en el espíritu o en la materia, sino que debe de sobrevenir simultáneamente en ambos aspectos del ser del hombre. El hecho de que no ocurra esto, se debe a nuestra arrogancia y a nuestra miseria a la vez, ya que ante la espantosa idea del Fracaso (al modo en que Beckett lo concebía “Fracasa mejor”) que sin embargo, es en realidad la victoria última esperada, el hombre tiembla y se desmorona como una Torre de Babel. Por ello, en la actualidad sucede lo que Lacan llamó la “angustia de la ciencia”, que al contemplar las mortajas putrefactas de su hermana la religión, se interroga autodestructivamente sobre su labor frente a la humanidad y su evidente insuficiencia…

Escuchar la “Voz del Padre (Faaip de Oiad, en enoquiano)” no se refiere a caer en la trampa estúpida de la charlatanería y los juegos de luces y sonido, sino a integrarse a ese profundo e inaudible sonido que emana de todos los rincones del cosmos en consonancia con la vitalidad que reina en el mismo, “exuberancia de la materia” como la llamaba Cioran, la vida es un puente que se traza de una orilla (lo conocido) a otra (lo desconocido), “Dime ahora lo que has hecho con tu hermoso muchacho de ojos azules, señora muerte…” como le reclamara Cummings al No-Ser, esa orilla desconocida a dónde invariablemente todo lo que es, se dirige.

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