La Obra de Arte: El Objeto que Abolirá la Realidad

Author: José Miguel Lecumberri /

Por: José Miguel Lecumberri

“La obra de arte, pues, ya no será inútil: ayudará a destruir la realidad.”
L.M. Panero

Privado de todo sentido, alejado y encarnado en la culpa observo el discurrir de cosas, de reflejos, intuiciones que se desbordan en la máquina que me da a luz sobre la Nada. Soy un código, soy la clave, a su vez, que lo descifra y el infierno en que goza su misterio de una tranquilidad estoica, más por pudor que por paciencia, la luz me aconseja un paso más hacia las sombras, “sin luz y ascuras viviendo…” (San Juan de la Cruz).

Y entonces sucede el arrebato: “..dolorosos pensamientos, terribles visiones, como las que se tienen en una pesadilla, le atormentaban horriblemente.”, a la manera en que Zolá explica la rendición ante la conciencia de la crueldad del mundo “¡Máquina ciega y sorda, fecunda en crueldades,/Saludable instrumento, bebedora de sangre!” Baudelaire dixit, todo apreciado desde esa inestable tranquilidad sobre la que refulge la agonía que es nuestro idioma para entendernos con la máquina llamada mundo.

El Yo se pasea por los arrabales de una vieja ciudad austral y mancilla con su esperpento la locura misma que es el ser, fragmentación del vació en la comisura de la carne, todo conciencia, todo alineamiento con el orden, oh, fatídico proceso de inventarse historias, oh, constancia del alejamiento, persistencia de la memoria, no existe aquel consuelo que tanto auguraba Marco Aurelio, no hay olvido en las cosas, y todo está terrible, fatalmente ligado a la suerte de la conciencia, a la coyuntura de esa conciencia con el paso (más) allá a la manera de Blanchot: “alusión que es el juego del olvido y de lo indirecto.”, profetiza y abunda en la herida.

Sal que es lágrima de de una matriz estéril, el arte se desproporciona en la posmodernidad: “el último rostro amado” (así lo concebía Bretón), el arte se desmesura en la espesura del tiempo, categoría que ha adquirido la ignominiosa efeméride del fenómeno, de la aparición en donde no se espera aparición alguna, todo a mismo motivo encauzado, la desolación de las putas, el estribillo de la melancolía, la pus del ano que se aferra a la vida y al placer de la vida: “…salvo de nombre/ de tus besos en mi ano…” (L.M. Panero) y todo yo te desconozco en el umbral del ser en el que Bachelard me descubrió poeta, náufrago de espacios y silencios que se nulifican en la tinta como flor prohibida por el verso, mausoleo del sentido, el arte, renovación y espíritu, la esencia sigue, paso que claudica, claudicación que pasa, secreto sin formas, rosa sin nombres, pétalos de la putrefacción henchidos de la esperanza del mundo, de la máquina del mundo que se desespera en el ser que duerme el arte, duerme el sueño inocente de los ángeles que son ahora lágrimas, y desperdicio que humedece mis labios.

La realidad ocurre. (Paso en falso). Despido de ausencia en la mirada, al tacto florecimiento de dolor, abrumadora caricia que todo lo conoce y lo desprende de su sitio elemental.
La función del arma, es la función del arte, como lo dijo Mallarmé “La Destrucción es mi Beatriz”, y en la desolación el suspiro se vuelve melodía, suave esparcimiento de los fantasmas que colman el delirio, yacente en museos, casas de cultura, arte oficial, llama oficial, llanto de roja mácula que efervesce en la menstruación de la virgen dormida por el tedio del mundo, de la máquina del mundo, que está dispuesta a desarroparla del himen, sangre como ruta a la eternidad, mugre a la mugre servida, en Belleza convertida, noche oscura que clarea la voz de los parias, ¡el arte es vuestro legado de amor para la batalla¡


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