LA SEGUNDA MUERTE

Author: José Miguel Lecumberri /

LA SEGUNDA MUERTE*
José Miguel Lecumberri

“...some are born to sweet delight.
some are born to sweet delight,
some are born to endless night...”
William Blake

“Es preferible no viajar
con un hombre muerto”
Henri Michaux
1
Y en el vicio entra todo
las caricias que menguan en la tarde
los bostezos que avivan las sombras
donde mi alma se consume
tardía y desesperada como un copo de azúcar
en los labios de amargo algodón de mi muerte
y en el olvidado vaivén de recuerdos
que como dentro de una esfera de cristal
despiertan voces de ángeles caídos
donde los muertos se cruzan
en la mirada que es espejo único del vampiro
mascota de Yahvé
bendito sea este charco de saliva
que tu llanto custodia como a un cuerpo en el naufragio
como a una enfermedad en el corazón sin vida
y en el poema que repite a la rosa
indigestión del verso, mácula sublime
tu ombligo
manantial de sombras
surtidor de la nada que desflora la vida
con cierta ternura
con cierto dolor que provoca alegría
pones tus labios impunemente en mi falo
como una mariposa sobre la flor carnívora
y entonces sabe a sal la nube de agua
ola sin mar, espuma que lame la arena
que hierve la arena y sangra
como un animal maldito en la belleza, en el limen
que nos protege de los secretos de la noche.
2
Arañados los cuerpos dos cuerpos
como el abrirse de una ventana
por la oscura fuerza del viento
dos cuerpos a un solo fantasma abrazados
a la hermosa herida en el vientre
suave silencio que alimenta el abismo
en el barro del sexo que amasan los labios
con armaduras vacías
y como amuletos lágrimas.
3
El cielo opaca un nombre
nos avisa su desaparición
con el cadáver de la tarde entre las manos
la noche emerge en una lágrima
que es luz o el acometimiento de la penumbra
sobre unos ojos que miran nada.
4
El loco se invoca a sí mismo en el poema
oscura orina del arcángel
escanciada en mis sueños
triste movimiento de una mano amputada
milagroso movimiento de la noche sin pasado
como la piadosa miseria del suicidio
nuez que mastica la calavera del rey Salomón
como al cuerpo profanado del Caín dormido
en el seco llanto de Dios.
5
El río sale a nuestro paso en la vereda
ya aquí es fallecimiento el aire que se respira
como un guiño en las sombras
como un resplandor de estrella
atado a la muerte
como el aliento a infinito del ahogado
espíritu de un coral anémico
que nos roba la sangre y la deja en el poema
en la insoportable caricia de la nada
insoportable sufrimiento que se viste de perla
para adornar la desnudez de tu huida
el signo dislocado del fénix
la cicatriz de su vuelo en la aurora
donde unos ojos lloran tus cenizas.
6
Mozart toca la melancolía de los ángeles con mi alma
con las grietas por donde mis nervios se filtran al abismo
al turbio espejo de agua que somete mis pupilas
en esta habitación a ciegas el hombre es una vela
un cuerpo que las lágrimas destruyen
excitadas oscuramente por su propia luz.
7
En este último acorde
el hilo azul de la agonía se reventó
en esta extraña voz de abismo
de la cual tu sombra no pudo levantarse
prisionera de mi alma
en la antigua lengua que dio alas
al lúcido delirio del poema
al otoño alfombrado por esqueletos de luz
que murmuran a oídos de la brisa
como torrente de cabellera oscura
savia que supura la noche
deliciosa herida de la carne
a tu excremento le crecen azucenas
memoria urdida en la locura.
Enervado por las ramas del sauce
tu llanto es un acróbata de fuego
una hermosa máquina doliente
cavando una fosa donde la flor yacía
de tu belleza nadie se acordará mañana
sólo la insensible piedra
la piedra herida por tu muerte
y a tu muerte enraizada.
Espero mi segunda muerte
no por amor sino por París
que ya no recuerdo
donde hay un río de negra leche
donde la flor del cerezo es un pétalo de la noche
una maldición de la mano
que encalla en un vientre, en un seno
en una caricia como cicatriz del recuerdo
de un ave perdida
en el sombrero del mago
que apareció el reloj que medirá el tiempo
que nos tomará no volver a encontrarnos
donde nos oímos llorar atados a la ausencia
nos herirnos con cuidado
para no derrumbar de su reflejo a la lágrima
donde la testa del tulipán
nos observa decapitada
también tú
con el trémulo suspiro entre tus manos y tu pecho
como un colibrí moribundo
también tú
“sobre este lecho de arena”
(como exige Celan)
con la negra flor del poema en los labios
en este sumiso beso
que no se cumple a sí mismo
harás otoño de este pensamiento
sal que la espuma diluye.
*La Segunda Muerte, fue publicado en el No. 150 de la Revista Opción del alumnado del ITAM.

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